A PROPÓSITO DE EL GRECO:
EL GRECO QUE NUNCA EXISTIÓ,
LA VERSIÓN CINEMATOGRÁFICA DE YIANNIS SMARAGDÍS

About El Greco: El Greco that never existed
The film adaptation by Yannis Smaragdis

Lcdo. Alejandro Valverde García
Profesor de Lenguas Clásicas
Baeza

Recibido el 5 de Noviembre de 2013
Aceptado el 22 de Noviembre de 2013

 

Resumen. En el año en que se conmemora el IV Centenario del fallecimiento de El Greco en la ciudad de Toledo, el presente artículo analiza la película más famosa realizada sobre este pintor, estrenada el año 2007 por el director cretense Yiannis Smaragdís. A pesar de que esta biografía fílmica cuenta con aspectos muy positivos, se demostrará que, a la luz de las últimas investigaciones realizadas por los historiadores especializados, el mensaje último está tergiversado de una forma interesada, oscureciendo la información conocida. La relación del pintor griego con la Iglesia, tanto la ortodoxa como la católica, no fue probablemente como el director nos la muestra, sino mucho más interesante, profunda y fructífera.
Palabras clave. El Greco, Cine, Yiannis Smaragdís, Biografía Fílmica.

Abstract.In the year in which, in the city of Toledo, the IV centenary of the death of El Greco is commemorated, the paper discusses the most famous film produced about this artist, filmed in 2007 by the Cretan director Yannis Smaragdis. Whilst this biographical motion picture has many positive aspects, you will find that, in light of the latest research conducted by renowned historians, the movie final message is distorted in a biased way, hiding partially the truth about historical información. The relationship between the Greek artist and the church, both in the Orthodox and the Catholic denominations, was not probably as the director portray it, but instead much more interesting, profound and fruitful.
Keywords. El Greco, Cinema, Yannis Smaragdis, Biopic.


© Accatone Distribution

Nadie duda a estas alturas del inmenso valor que tiene la obra creativa del pintor cretense Doménikos Zeotokópulos. Actualmente, el hecho de celebrar el IV Centenario de su muerte en la ciudad de Toledo ha propiciado la organización de diversos actos culturales y, lo que es más importante aún, la celebración de un congreso internacional que pretende estudiar los aspectos más desconocidos relacionados con su biografía y con sus creaciones artísticas, repasando el repertorio oficial de sus obras canónicas y arrojando luz sobre su catalogación más acertada.

Un aspecto de gran importancia que últimamente se está analizando son las huellas del pintor en las producciones cinematográficas y televisivas. En 2009 la profesora Gloria Camarero incluyó en su libro Pintores en el cine un interesante capítulo sobre las verdades y mentiras que sobre el Greco nos había transmitido el cine, centrándose especialmente en la versión que Lucio Salce filmó allá por el año 1966, en una época en la que el éxito de El tormento y el éxtasis de Carol Reed animó a distintos directores a abordar las biografías de los más insignes pintores de la historia del arte (De Mingo – Martínez-Burgos 2013: 105) y en la pretenciosa coproducción que el director griego Yiannis Smaragdís había estrenado tan sólo dos años antes. Sin embargo, el trabajo definitivo que recoge no sólo estas dos películas, sino también un corpus considerable de producciones televisivas y de documentales, especialmente españoles y griegos, será El Greco en el cine (2013), un auténtico manual enciclopédico realizado por los profesores Adolfo De Mingo y Palma Martínez-Burgos, ambos especialistas en historia del arte, con abundante información, precisas observaciones e ilustraciones de gran calidad.


Portada del libro de A. De Mingo y P. Martínez Burgos. / Editorial CELYA

La relevancia de El Greco con respecto al séptimo arte no queda reducida a los biopics que, de una forma más o menos acertada, han intentado reconstruir una vida de la que había muy poca información y que, a todas luces, carecía de interés para el gran público, por la falta de elementos narrativos tan indispensables como el romanticismo y la acción. De igual forma que a Louis Lumière se le considera el último pintor impresionista y a W. Griffith el heredero de las técnicas de iluminación en claroscuro de Rembrandt, El Greco es considerado fuente de inspiración para el expresionismo cinematográfico alemán y sus ecos llegan a directores como el italiano Pier Paolo Pasolini. En este sentido resultan imprescindibles las apreciaciones que el gran Sergei Eisenstein dedica a nuestro pintor cuando teoriza acerca de las diversas técnicas de encuadre, angulación, iluminación y tratamiento del color. En su opinión, un cuadro como el de “San Mauricio y la legión tebana” ejemplifica a la perfección el montaje cinematográfico (Eisenstein 1982: 293), llegando a afirmar que El Greco es el pionero de la fotografía y del cine.

El gran problema con el que se encontraron los guionistas de las dos películas citadas anteriormente era que, salvo datos aislados que se podían documentar, la biografía del pintor carecía del pathos necesario, por lo que hubo que reconstruir una hipotética historia de amor en la que la protagonista no podía ser otra que Jerónima de las Cuevas, amancebada con el Greco y madre de Jorge Manuel. Nada tiene que ver la interpretación de la sensual Rosanna Schiaffino con la de Laia Marull, a todas luces mucho menos convincente. Sin embargo, una y otra se conciben para dar la réplica al actor protagonista (Mel Ferrer / Nick Ashdon), aportando el romanticismo necesario y, en el caso de la versión más antigua, para acentuar los aspectos más dramáticos, al introducir como novedad la muerte de Jerónima en un convento después de haber expiado sus pecados.


R. Schiaffino (Jerónima de las Cuevas) y Mel Ferrer (El Greco)
en A man called El Greco (1966)
. (adayforallnights.blogspot.com)

Por otra parte, se hacía imprescindible la narración de una acción que pusiese de manifiesto el carácter ejemplar y heroico del pintor, y aquí los guionistas cometieron el tremendo error de inventarse un antagonismo visceral con la Santa Inquisición que terminó constituyendo uno de los tópicos más absurdos en relación con la vida de El Greco, agravado con la creación de un personaje siniestro de inconsistencia abrumadora. Se trata del Cardenal Niño de Guevara, presentado como un anciano de mirada pétrea en la versión de Salce y magnificado, en sus aspectos más oscuros y diabólicos, en la de Smaragdís. El hecho es que, a la luz de la documentación de que disponemos, la figura de este Gran Inquisidor no tiene nada que ver con la composición del actor Juan Diego Botto, que ofrece, a pesar de la inconsistencia histórica de su personaje, una espléndida interpretación (1).

De cualquier forma, tenemos que admitir que la epopeya de Yiannis Smaragdís cuenta con aspectos muy positivos que hicieron que su película en Grecia batiese el record de recaudación el año 2007(Papadimitriou 2011: 498). El hecho de que el director compartiera con El Greco su origen cretense le hizo interesarse enormemente por este proyecto desde el comienzo del rodaje, allá por el mes de octubre de 2006. Su última película, Cavafis (1996), había sido muy bien acogida por la crítica y por el público, así que con este nuevo biopic se propuso repetir la fórmula de su éxito anterior. Para ello contaba con un personaje histórico de gran magnitud y con las subvenciones necesarias para no escatimar en gastos. Su nueva superproducción sería internacional y se rodaría en las localidades originales en tres idiomas distintos (griego, español e inglés). Además, el compositor Vangelis volvió a ofrecer su colaboración para componer una imponente banda sonora de tonos épicos (2) y actores griegos de la talla de Lakis Ladsópulos (Nikolos), Dimitra Matsuka (Francesca) o Zeo Alexander (Manusos) dignificarían con sus excelentes interpretaciones este ambicioso proyecto.


Nick Ashdon y Laia Marull como El Greco y Jerónima de las Cuevas
www.encadenados.org

Lo más destacado de El Greco (2007) son, sin lugar a dudas, sus aspectos técnicos. La ambientación, el diseño del vestuario de Lala Huete y la fotografía de Aris Stavru vienen a contrarrestar las numerosas imprecisiones históricas del film (3). Además, el comienzo del largometraje, ambientado en la isla de Creta, cuenta con la colaboración de dos de los músicos cretenses más queridos en Grecia, los cantautores Ludovikos Ton Anoyíon y Psarandonis, que embellecen con sus composiciones las escenas de los años de juventud del pintor. Algo parecido había ocurrido con la producción de Mel Ferrer A man called El Greco (1966), donde resaltaban, por encima de la dirección de los actores y de las interpretaciones de éstos, la bellísima banda sonora de Ennio Morricone y el atrezzo de Danilo Donati.

La periodista Tara Karajica acierta de lleno, en nuestra opinión, titulando su crítica a la película de Smaragdís “El Greco: homenaje a Creta y crítica a la Iglesia”. Y es que, en la misma medida que el director ha volcado todo su empeño en ensalzar los elementos más patrióticos del pintor griego, ha buscado también cargar las tintas en un argumento que raya el agnosticismo y hasta la apostasía. De hecho, la película se estrenó en España con el subtítulo de “El último desafío a Dios” y su guión era una reelaboración de la mediocre novela de Dimitrios Siatópulos El Greco, el pintor de Dios, en la que ya se subrayaban los aspectos más negativos y oscuros de la Iglesia católica para que el personaje protagonista resplandeciera con mayor luminosidad. Precisamente esta metáfora tan reiterativa del conflicto entre luz y oscuridad va a terminar repercutiendo negativamente en la narración fílmica, que queda esquematizada y empobrecida (Papadimitriu 2011: 504). En este sentido, la autoridad que con más dureza ha atacado la historia narrada por Smaragdís es su compatriota Nikos Hatzinicolau, catedrático emérito de historia del arte en la Universidad de Creta y uno de los mayores especialistas en El Greco a nivel internacional. Hatzinicolau, tras el estreno del film en Grecia, publicó una pequeña obra, El Greco en la gran pantalla (2008), en la que va repasando con gran indignación todas las mentiras que se le presentan a los espectadores, rechazando la perspectiva omnipresente de nacionalismo exacerbado, la alteración innecesaria de los datos históricos y la utilización de copias de mala calidad de los cuadros del pintor, que aparecen aquí y allá, como trasfondo de la acción, sin tampoco respetar el orden cronológico. Pero, según su criterio, lo peor de la película es el propio guión, construido sobre una oposición a la Inquisición que carece de consistencia histórica. Es más, para contentar a un sector del público que da dinero y premios, Smaragdís no duda en inventarse a un Niño de Guevara que siente una atracción erótica irrefrenable hacia El Greco (Plantzos 2010: 34). Finalmente, el protagonismo que cobra el retrato del Gran Inquisidor en la última parte del largometraje se cae por su propio peso si recordamos que este cuadro gustó mucho al Cardenal y que no tenía originariamente ese color rojo-sangre que vemos en la secuencia central en la que el enfrentamiento entre los antagonistas llega a su clímax. Así, según Hatzinikolau, todo el argumento gira en torno a una descomunal estupidez (De Mingo – Martínez Burgos 2013: 261).


El Cardenal Niño de Guevara (J. Diego Botto) frente a El Greco (Nick Ashdon)
en la versión moderna de Yiannis Smaragdís. (Ministerio de Cultura
)

No debemos olvidar que El Greco, a pesar de haberse educado en el cristianismo ortodoxo, vivió y murió en Toledo como católico (Camarero 2009: 44). Su relación con la Iglesia, siempre al servicio de la Contrarreforma, fue siempre buena, a pesar de su fama de pintor extravagante y de que en algunas ocasiones surgieran discrepancias sobre el precio de sus cuadros. Es el catolicismo romano el que sustenta, inspira y alienta su pintura religiosa (Sánchez 2012: 66) hasta el punto de que muchos de sus grandes amigos procedían del entorno eclesiástico. Esa visión, por lo tanto, de una Iglesia dogmática, autoritaria y oscurantista puede funcionar bien desde el punto de vista dramático en la película, pero no deja de ser una manipulación consciente de la realidad.

El Greco, ese gran desconocido cuya vida transcurre para nosotros entre el mito y la realidad, fue un hombre de una inquietud cultural asombrosa, como bien pone de manifiesto su rica biblioteca, en la que se conservan estudios y obras de muy diferentes autores. En su círculo intelectual tenían cabida músicos, poetas, artistas y hombres de fe, como su buen amigo Fray Hortensio Paravicino, a quien dedicó uno de sus más hermosos retratos. Sin embargo, muy orgulloso de ser griego, jamás renunció a su patria, a su lengua (con la que firmaba todos sus cuadros) y a su religión. La impronta de la iconografía bizantina, lejos de borrarse con el paso de los años, fue tomando vigor hasta lograr integrarla perfectamente dentro de su propio estilo pictórico. Es más, podríamos asegurar que su arte consiguió lo que los cristianos de su época ni siquiera se planteaban: el milagro de una comunión perfecta entre el cristianismo ortodoxo y el católico.


www.encadenados.org

A modo de conclusión, creemos que para hacer una buena película no basta con la manufactura artística, de la que el film de Smaragdís, como ya hemos comentado, es un ejemplo encomiable. Lo que no funciona en esta pretenciosa producción sobre El Greco es la acumulación de despropósitos en el hilo argumental de la historia. Para que brille la luz del personaje no hay nada peor que oscurecer y distorsionar la realidad. Esa lucha del bien contra el mal, que Smaragdís nos presenta a través de la libertad del artista y de la corrupción de la Iglesia, pierde solidez y acaba por volverse en contra la propia película.La revisión histórica que el director nos ofrece nace de los ideales que imperan actualmente en los países del mundo occidental (Camarero 2009: 45), olvidando un hecho innegable: que El Greco no sería lo que fue sin la institución de la Iglesia y que ésta, a su vez, se enriqueció espiritualmente con sus creaciones artísticas. Es más, nos atreveríamos a decir que su contribución a la renovación de la pintura sacra impulsó una nueva forma de entender el cristianismo, muy próxima a los textos que nos han llegado de San Juan de Ávila, Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz. Ese estilo tan innovador suyo, que transgredía las leyes canónicas y que llegó a escandalizar a muchos por su modernidad, esa distorsión de las figuras, esa difuminación de los contornos y la representación asombrosa del arrobamiento y del éxtasis, estaban invitando claramente a una renovación de la Iglesia, acudiendo a sus raíces primigenias y despojando de todo lo accesorio el anuncio del mensaje de Jesucristo. Una vez más, anticipándose a los acontecimientos en unos cuantos siglos, El Greco desentrañó los misterios de la Fe y esbozó el camino del futuro Cristianismo: “ut omnes unum sint” (Jn. 17, 21).

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Notas

(1) El origen de la interpretación negativa de Niño de Guevara se remonta a la novela de Stefan Andres El Greco malt den Grossinquisitor (1936).

(2) Vangelis ya había grabado en 1998 un disco sobre El Greco compuesto por diez movimientos en el que participaba Montserrat Caballé. Esta nueva banda sonora supone su segunda colaboración con Smaragdís, después de su trabajo en Cavafis, y presenta dieciocho temas inéditos, que incluyen una canción folklórica de la localidad de Jania y los dos temas de Psarandonis y Ludovikos Ton Anoyíon.

(3) Estrenada por todo lo alto, el 15 de octubre de 2007, en el Teatro Pallas de Atenas, con la presencia incluso de la Reina Sofía de España, recibió ocho premios en el Festival Internacional de Cine de Tesalónica y otros dos en el de El Cairo y Toronto para la interpretación de Juan Diego Botto. Al año siguiente, el trabajo de Lala Huete recibiría además el Goya al mejor diseño de vestuario.

 

 

Bibliografía

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ISSN 1988-8848